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¿SIRVEN REALMENTE LOS ARANCELES COMPENSATORIOS O ES PURO SHOW?

¿SIRVEN REALMENTE LOS ARANCELES COMPENSATORIOS O ES PURO SHOW?

Entendiendo lo que hay detrás de las decisiones comerciales de Estados Unidos

 

Hoy más que nunca, con un comercio global que se siente como un campo de batalla silencioso, es necesario bajarle el volumen al ruido y mirar los hechos con claridad. ¿De qué estamos hablando cuando escuchamos que Estados Unidos impone aranceles compensatorios o «derechos antidumping»? ¿Es una medida efectiva, o solo política para la tribuna?

Spoiler: No es improvisación. Es estrategia. Y te lo explico con datos y contexto.

 

¿Qué son y para qué sirven?

Los aranceles compensatorios son impuestos especiales que se aplican cuando un producto importado llega al país más barato de lo que cuesta producirlo en su lugar de origen. Eso se llama dumping, y no es casual: muchas veces está financiado por subsidios estatales en el país exportador.

Cuando eso pasa, el producto entra con ventaja desleal. El arancel intenta corregir esa distorsión, dándole una oportunidad real a la industria local de competir.

Ejemplo real: Si China exporta acero a EE.UU. más barato de lo que le cuesta hacerlo a una empresa americana, se impone un arancel para emparejar la cancha.

 

¿Es solo una medida comercial o también política?

Las dos cosas. Aunque no fueron creados para resolver directamente el déficit comercial, los aranceles ayudan a reducirlo indirectamente, frenando importaciones descontroladas y fomentando consumo interno.

Durante la presidencia de Trump —y también con Biden— estos mecanismos se han usado para negociar desde una posición de fuerza. No se trata solo de economía, sino de estrategia geopolítica.

 

El respaldo académico: no es invento nuevo

Economistas de peso como Krugman, Melitz y Obstfeld han explicado que los derechos antidumping son herramientas legítimas para enfrentar el juego sucio en el comercio global. No se trata de cerrar fronteras, sino de evitar que te aplasten con trampa.

“Anti-dumping duties are one of the tools available to governments to protect domestic industries…” — Krugman & Obstfeld.

 

Casos que lo confirman

Esto no es teoría. Ya ha pasado, y ha funcionado:

  • Acero chino (EE.UU., 2016): Aranceles de hasta 266%.
  • Papel (UE vs. China, 2011): Protegieron empleos europeos.
  • Paneles solares (EE.UU., 2012-2020): Se evitó el colapso de la industria nacional.

 

2025: ¿Quiénes están en la mira?

Hoy en día, los aranceles impactan sectores clave:

  • Automotriz: 25% a vehículos y partes importadas.
  • Acero y aluminio: Aranceles globales + medidas específicas por país.
  • Moda y calzado: Suben los costos por la producción asiática.
  • Tecnología: Aumentan los costos por aranceles a semiconductores y componentes.
  • Farmacéuticos, energía, aeroespacial: Algunos en la mira, otros exentos.

 

Biden y Trump: enfoques diferentes, mismo objetivo

  • Biden: Duplicó aranceles a semiconductores chinos al 50%. Directo y quirúrgico.
  • Trump: Anunció un arancel general del 10% y otros más agresivos por país. Amplio y estratégico.

Pero ojo: no todos los productos están afectados. Hay exenciones importantes.

 

¿Por qué algunos productos están libres de aranceles?

Porque hay lógica estratégica. No se trata de disparar a todo lo que se mueve. Productos como:

  • Máquinas ASML: Importación vital para la industria de chips.
  • Fármacos y minerales críticos: Exentos o con beneficios temporales.

No se toca lo esencial. Se protege lo sensible.

 

¿Esto es nuevo? Para nada…

Lo que está haciendo EE.UU. ya lo hicieron antes otros países —y el propio EE.UU.— con excelentes resultados:

  • EE.UU. (1890–1930): Proteccionismo industrial que los volvió potencia.
  • Japón y Corea (siglo XX): Cerraron la economía para fortalecer empresas locales.
  • EE.UU. vs. Japón (80s-90s): Se defendieron del dumping con medidas fuertes.

 

Ventajas y riesgos (porque no todo es blanco o negro)

Beneficios:

  • Defienden la industria nacional.
  • Fomentan empleo local.
  • Desincentivan trampas comerciales.
  • Ayudan a reducir déficit comercial.

Riesgos:

  • Pueden subir los precios.
  • Provocan represalias comerciales.
  • Distorsionan el libre mercado.
  • Afectan a empresas que dependen de insumos importados.

 

Entonces, ¿es bueno o malo?

Depende de cómo se use.

Los aranceles no son ni la salvación ni el demonio. Son una herramienta económica, como el bisturí: puede salvar una vida o causar daño, según quién lo maneje.

Lo importante es entender que no se trata solo de imponer aranceles porque sí. La clave está en cómo se aplican, a quién se dirigen y qué sectores se buscan proteger o impulsar. No se trata de castigar por castigar, sino de reequilibrar. Y cuando se hace con estrategia y visión, puede ser útil.

Pero también hay un detalle crítico: cómo se comunica. El problema no es que existan aranceles. El verdadero problema aparece cuando se anuncian con un tono agresivo, sin contexto, ni claridad. Eso deja espacio al miedo, a los titulares vacíos y a la confusión generalizada.

 

Cierre personal

Mi intención con este análisis no es que tomes partido. Es que pienses con criterio, lejos del sensacionalismo. Si algo necesitamos hoy como sociedad, es la capacidad de entender lo que pasa más allá del titular.

“La mejor herramienta frente al miedo no es una opinión: es un dato, una ley, un hecho confirmado.”

Con respeto, con datos, y con cabeza fría.

 

— Dru Lozano

 

“Realizado con apoyo de IA”

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